Tepic, Nayarit; 1 de abril de 2024
Pues como dijera el argentino Joaquín Lavado en voz de su personaje Mafalda: “acabáramos”, debido a que contrariamente a los tiempos actuales que, se supone, deberían de ser más liberales en pensamiento, todo indica que vamos para atrás, porque hoy en día son más las prohibiciones que las libertades para la manifestación popular y, desde luego, para la libertad de expresión.
El tema de actualidad se dio la semana pasada, la semana primaveral, Mayor o Santa, de acuerdo al pensamiento de cada quien, ya que en la ciudad de Mazatlán, Sinaloa, se prendió la mecha al pretender suspender la música tradicional de banda en las playas, principalmente a sugerencia del empresario, supuestamente mexicano y hasta mazatleco, Ernesto Coppel, quien se pronunció para que las bandas de música no ejercieran su arte en las playas tan extensas en el bello puerto, dizque porque molestaban a los huéspedes, sobre todo extranjeros con su “estridente” música.
Esta pronunciación de prohibir que los músicos mazatlecos se ganen el sustento familiar ejerciendo su arte musical para quien los contrata estando a orillas de la playa disfrutando de Sol, Mar y arena, con sus respectivas heladas, pues como que va en contra de una tradición de muchos años.
Que se molesten los extranjeros y posiblemente alguno que otro visitante nacional no puede ser motivo para que se prohíba algo que, a la mayoría de los visitantes, así como a locales, les fascina al estar a la orilla de la playa degustando de unas ricas heladas, sobre todo de la marca que hace honor al gran océano, cuyas aguas bañan las playas del occidente del país.
Obviamente que, el empresario hotelero Ernesto Coppel ve primeramente por sus intereses financieros antes que antes que la idiosincrasia de sus paisanos y gente de otras partes del país que, precisamente van al bello puerto a disfrutar de la música de banda. Si a algunos huéspedes de la nacionalidad que sean les incomoda el que suenen en la playa la música de las bandas sinaloenses, pues es su problema, pues vienen a un país con costumbres arraigadas ancestralmente.
Se comprende que el turismo deja divisas en nuestro país; sin embargo, no por esto se tiene que prohibir usos y costumbres de los lugares a los que llegan a conocer. Para muchos sinaloenses y mexicanos de otras entidades al llegar a Mazatlán es común que se oiga “que me siga la tambora o hay que jalar la banda”, para disfrutar aún más de la estancia en la playa y también, por qué no, de aventarse unos sabrosos movimientos de cadera al ritmo de la música emitida por quienes se ganan la vida de este modo y que más aprovechan en tiempos vacacionales en donde la afluencia del turismo incrementa su trabajo de divertir a los visitantes.
El problema estriba que para satisfaces los gustos y costumbres de los visitantes extranjeros, sobre todo estadounidenses, los hoteles y demás centros de diversión se han hecho para dar gusto a estos visitantes, en el entendido dizque para que se sientan como en casa (de ellos, por supuesto), anteponiendo esos gustos a la idiosincrasia nacional, de lo que precisamente uno de estos gustos es la música tradicional, con la consabida variedad según la entidad.
El prohibir la música de banda sinaloense precisamente en su tierra natal, sería tan incongruente como si se prohibiera la música de mariachi en Jalisco nomás porque les molesta a unos gringos o de otra clase de extranjeros o como si los fuereños se quejaran de los colores brillantes de los tejidos en la ropa de las etnias autóctonas o adornos artesanales de cada región del país.
Claro que tal y como se dice que en gustos se rompen géneros, así como hay gente que le gusta la música de todo tipo, también la hay que prefiere determinado tipo de música o que haya personas que no le gusta ningún sonido musical, aunque esta clase de gente tendría que ser atendida psicológicamente, porque eso de que no les guste ningún tipo de sonido musical es un claro motivo para tener que analizarse.
Ahora bien, habría que entender en lo que fue primero: la música o el turismo o los hoteles en sí; obviamente que en este caso gana la música y, desde luego, la tradición y costumbre de la gente de cada región, así que no por las divisas se tiene que hacer a un lado la idiosincrasia regional o del país en general. Si la música de banda sinaloense molesta a algunos o todos los que visitan Mazatlán, pues tienen que aguantarse, porque en este caso no se puede aplicar aquello de “váyanse con su música a otra parte”.
Sea pues. Vale.